Dos cuerpos sin vida yacen en el Valle Esmeralda del VRAEM. El ingeniero Jesús Quintanilla y la profesora Aydé Sosa que desaparecieron el 4 de mayo. Estos fueron hallados muertos 7 días después junto a un vehículo dañado.
El terrorismo nunca se fue de Ayacucho. Solo cambió de estrategia y se ocultó en zonas específicas. Las autoridades conocen esta realidad desde hace años, pero no han actuado con decisión ni firmeza. Prefieren esperar tragedias para luego fingir preocupación.
Familias destruidas por la violencia terrorista. Proyectos de desarrollo paralizados por el miedo. Comunidades enteras que no pueden crecer ni prosperar ante la amenaza latente del mal. Todo esto, mientras la población vive con temor permanente en una región que debería avanzar.
Necesitamos enfrentar al terrorismo y al crimen organizado con estrategias efectivas. Continuar con las mismas autoridades indiferentes y la misma inacción sólo traerá más víctimas inocentes. El Perú merece paz y seguridad, no promesas vacías de quienes nunca resolvieron el problema.