Otra vez. Otra vez reparten alimentos en mal estado a los escolares de Ayacucho. Esta vez fueron 25 bolsas de charqui de alpaca con hongos y manchas oscuras, enviadas al colegio Mariscal Cáceres. ¿El destino? Los platos de cientos de niños.
La alerta fue dada por padres de familia y personal de cocina, quienes se dieron cuenta que la carne estaba contaminada. Y lo peor: ese mismo producto fue distribuido a 322 colegios. ¿Y si nadie decía nada? ¿Qué íbamos a lamentar después?
¿Hasta cuándo los padres van a tener que hacer el trabajo que el Estado no hace? ¿Dónde están los supervisores, los funcionarios, los responsables? ¿Cuántos sueldos públicos se pagan por nada?
No es la primera vez. Ya hubo al menos cuatro casos parecidos. ¿Qué más tiene que pasar para que se entienda que no se puede seguir jugando con la salud de los más pequeños?
Los niños de Ayacucho no son ciudadanos de segunda. No merecen sobras. No merecen comida vencida.
Esto no es un error. Es el reflejo de un sistema que nunca llega donde más se le necesita.