Ayacucho vuelve a ser noticia, y no por una obra entregada, ni por un hospital terminado, ni por un proyecto que por fin mejora la vida de la gente. Otra vez somos portada porque nuestras autoridades están metidas en corrupción.
Un megaoperativo reveló la existencia de una presunta organización criminal que, desde los municipios de Huanta, Cangallo, Independencia y hasta Chincho (Huancavelica), habría direccionado y sobrevalorado obras por más de 20 millones de soles. Plata de todos los ayacuchanos que debió ir a caminos, agua, saneamiento y desarrollo, pero terminó en bolsillos de unos cuantos.
La Fiscalía Anticorrupción detuvo al alcalde provincial de Cangallo, Teófilo Núñez Achallma, y al empresario Juan Carlos Gómez Gonzales, ambos investigados por colusión agravada y crimen organizado.
Según la Fiscalía, la mafia “Los Sagaces de Gestión de Obras”, se aseguraba proyectos municipales, inflaba los costos, armaba expedientes amañados y movía documentación falsificada. Entre las obras investigadas figuran las mejoras de carreteras en Huanta, y obras de agua y saneamiento en Cangallo. Nada menos que las obras que más necesita nuestra gente.
En los allanamientos se incautaron laptops, celulares, expedientes, tickets bancarios y más de 24 mil soles en efectivo. Migajas comparado con lo que se presume se llevaron, pero evidencia suficiente para demostrar que esta red no nació ayer.
Mientras más pobre es la zona, más fácil es para los corruptos saquearla. Y Ayacucho ya tiene demasiada historia de abandono como para seguir permitiendo que las mismas autoridades sigan tratándonos como si fuéramos invisibles.
Este caso es el reflejo de lo que pasa cuando, una y otra vez, seguimos eligiendo a los mismos apellidos, a los operadores de siempre. Si seguimos votando por gente con prontuario, por “empresarios amigos”, por políticos reciclados, ¿qué esperamos? El resultado será exactamente el mismo: corrupción, abandono y obras fantasmas.
Es hora de romper este ciclo tóxico. Es hora de elegir a alguien nuevo, con manos limpias, sin deudas políticas, sin redes criminales, sin operadores y sin dobles agendas. El 2026 Ayacucho merece un presidente y autoridades que no lleguen a robar, sino a trabajar.