Cuatro de cada cinco trabajadores en el Perú viven en la informalidad laboral. Casi diez millones de nosotros y la razón es una sola: El Estado se ha convertido en un enemigo nuestro. No en un socio, sino en ente que nos persigue.
Gobierno tras Gobierno ofrecen aumentar la formalidad del Perú, pero la cifra alcanza nuevos récords tras la pandemia. Por otro lado, no encuentran nada mejor, que ponernos el pie encima con nuevos impuestos para financiarse ellos mismos.
Queremos ser formales, pero no de esta forma. Hoy el Estado es un cobrador de coimas y no queremos financiar a corruptos y coimeros. El Estado ve a los pequeños comerciantes y emprendedores, no como un socio, si no como alguien a quien estrujar.
No hay aliados para los comerciantes y emprendedores, que son los verdaderos motores de la economía, el crecimiento y la generación de empleo. El Estado y los Gobiernos nunca han entendido de que no están para perseguir, sino que deben promover y acompañar al comerciante para poder crecer. La generación de empleo que hacen hace 25 años es solo para los militantes de sus partidos. Por eso el Perú no crece. Necesitamos un cambio en la forma de gobernar.