Cuando compramos un televisor, lo estudiamos, averiguamos cuál es la mejor marca, cuál cumple mejor con nuestras necesidades. Buscamos en internet, preguntamos a amigos, podríamos mirarlo en distintas tiendas. Nos tomamos el tiempo de elegir bien. Pero ¿por qué no lo hacemos con los políticos?
Cuando tenemos que votar siempre elegimos a último minuto. No nos preocupamos de si es corrupto o tiene antecedentes de violencia intrafamiliar. De si es tránsfugo o tiene vínculos con el terrorismo. Por otro lado, podríamos debatirnos un par de horas, de cuántas pulgadas o qué tipo de pantalla tiene el televisor.
No le creemos a nadie, es verdad. Pero tampoco nos tomamos el tiempo para jubilar a aquellos con antecedentes. Lo primero que debemos hacer, para extirpar a ese tumor cancerígeno que nos han provocado los políticos, es elegir bien. Podemos estudiarlos, saber de dónde vienen y conocer sus antecedentes.
En el peor de los casos, si no sabemos a quién elegir, determinemos a quienes no queremos. El Perú requiere un cambio total en su forma de gobernar y nosotros podemos influir. Pensemos bien. El cambio de aires que el Perú y Ayacucho requieren está en nuestras manos.