El 9 de diciembre no es solo una fecha en el calendario, es el día en que sellamos para siempre nuestra independencia en la Batalla de Ayacucho. Esa victoria nos costó la sangre de nuestros soldados para acabar con el dominio extranjero y garantizar que fuéramos dueños de nuestro propio destino.
Hoy, la lucha por la independencia no se da con fusiles, sino en la defensa de nuestra libertad individual y la capacidad personal frente a un Estado que nos quiere seguir esclavizando.
La verdadera libertad que heredamos en Ayacucho se manifiesta hoy en desarrollo, crecimiento, prosperidad, educación y salud dignas y de calidad. La batalla que luchamos actualmente es entre el liberalismo, que defiende la ausencia de interferencia estatal para que cada ciudadano trabaje por su bienestar, versus las ideas de una izquierda ideológica que busca el control para hacernos esclavos de sus subsidios.
Lo que la izquierda radical propone es una nueva forma de esclavitud, disfrazada de «ayuda social». Te hacen pobre para luego presentarse como tu salvador, pero al final igual te mantienen pobre. Y no podemos olvidar nunca que la izquierda ideológica nos hundió en el miedo y la muerte a través del terrorismo.
Para el 2026, la elección es clara. Debemos elegir líderes que defiendan los pilares de la libertad y rechazar a los corruptos y al terror, que solo buscan manipularnos. El camino a la grandeza se logra con la convicción de que nadie puede ser libre si no tiene la posibilidad de realizar su propio potencial sin que el gobierno se meta en su vida, en su bolsillo, en su familia y su educación.
La mejor manera de honrar a los héroes de Ayacucho es asegurar que el Perú sea un país de peruanos libres, productivos y dueños de su propia historia. Elegir la libertad es elegir ser un ciudadano que no necesita el permiso de un político para surgir, que es dueño de su esfuerzo y que puede criticar y pensar sin miedo a la presión estatal. No volvamos a ser esclavos, ni de la corona, ni del Estado ideológico.


